ROGER WATERS EN BUENOS AIRES
CRÓNICA DEL SEGUNDO SHOW (18/3)
EL MONUMENTAL VIBRÓ CON TRES DÉCADAS DE ROCK
Pasaron 34 años y Roger Waters demostró que el espíritu de “The Dark side of the moon” sigue vivo. El inglés se presentó el sábado 17 y domingo 18 en el Estadio de River Plate.
Acusado durante años de ser descortés con su público, la versión 2007 del ex bajista y líder de Pink Floyd viene para enamorar a sus seguidores. En un monumental repleto el primer día y en el que hubo 40 mil personas en el segundo show, el británico se mostró amable y además brindó un espectáculo imponente desde lo audiovisual, que de hecho no tiene nada que envidiarle a los Stones o U2. Como enunciado artístico, una postal inolvidable para todos los floydianos argentinos.
Como un concierto de estas características supone, los fanáticos fueron llegando lentamente al barrio River. El Monumental fue testigo, a lo largo del tiempo, de espectáculos de diversos estilos y que corrieron con distinta suerte, pero este doblete que se mandó Waters en Buenos Aires tuvo la mística de las misas paganas. Al menos eso invitaba a pensar la previa y el ambiente que se respiraba en el aire, con el sol del atardecer escondiéndose por detrás de las tribunas.
El campo estaba dividido en dos: de la mitad hacia el escenario, el VIP, con sillas blancas, y del medio hacia atrás, todos parados y atiborrados contra la valla del medio. La tribuna Enrique Omar Sívori, que hace de popular para Los Borrachos del Tablón cada vez que River es local, estaba prácticamente llena y las plateas, si bien tenían algunos claros, eran una buena toma para los fotógrafos.
Cuando la espera comenzaba a desesperar, una pantalla camuflada como telón, por encima del escenario, empezó a disparar imágenes de animación: un brazo muy realísitico cambiando una vieja radio de dial, y sirviéndose escocés en un vaso de whisky. El público respondió con aplausos y gritos este adelanto de lo que vendría después.
Después de que el telón-pantalla entregara algunas dosis más de cybertecnología, las luces se apagaron de repente y esta vez la reacción de todos los presentes fue ensordecedora. Waters apareció por un costado, con su eterno bajo a cuestas, su brazo izquierdo en alto y su puño cerrado. Sonrió a medias y conmovió a todos con el primer tema: “In the flesh?”, de “The Wall” (1979).
Pegadito vino “Mother”, también de “The Wall”. Le siguieron “Set the controls for the Herat of the sun”, “Shine on you crazy diamond (Parts I - V)”, “Have a cigar”, “Wish you were here”, “Southampton dock”, “The fletcher memorial home”, “Perfect sense”, “Live in Beirut” –de un disco solista de Waters- y “Sheep”.
CRÓNICA DEL SEGUNDO SHOW (18/3)
EL MONUMENTAL VIBRÓ CON TRES DÉCADAS DE ROCK
Pasaron 34 años y Roger Waters demostró que el espíritu de “The Dark side of the moon” sigue vivo. El inglés se presentó el sábado 17 y domingo 18 en el Estadio de River Plate.
Acusado durante años de ser descortés con su público, la versión 2007 del ex bajista y líder de Pink Floyd viene para enamorar a sus seguidores. En un monumental repleto el primer día y en el que hubo 40 mil personas en el segundo show, el británico se mostró amable y además brindó un espectáculo imponente desde lo audiovisual, que de hecho no tiene nada que envidiarle a los Stones o U2. Como enunciado artístico, una postal inolvidable para todos los floydianos argentinos.
Como un concierto de estas características supone, los fanáticos fueron llegando lentamente al barrio River. El Monumental fue testigo, a lo largo del tiempo, de espectáculos de diversos estilos y que corrieron con distinta suerte, pero este doblete que se mandó Waters en Buenos Aires tuvo la mística de las misas paganas. Al menos eso invitaba a pensar la previa y el ambiente que se respiraba en el aire, con el sol del atardecer escondiéndose por detrás de las tribunas.
El campo estaba dividido en dos: de la mitad hacia el escenario, el VIP, con sillas blancas, y del medio hacia atrás, todos parados y atiborrados contra la valla del medio. La tribuna Enrique Omar Sívori, que hace de popular para Los Borrachos del Tablón cada vez que River es local, estaba prácticamente llena y las plateas, si bien tenían algunos claros, eran una buena toma para los fotógrafos.
Cuando la espera comenzaba a desesperar, una pantalla camuflada como telón, por encima del escenario, empezó a disparar imágenes de animación: un brazo muy realísitico cambiando una vieja radio de dial, y sirviéndose escocés en un vaso de whisky. El público respondió con aplausos y gritos este adelanto de lo que vendría después.
Después de que el telón-pantalla entregara algunas dosis más de cybertecnología, las luces se apagaron de repente y esta vez la reacción de todos los presentes fue ensordecedora. Waters apareció por un costado, con su eterno bajo a cuestas, su brazo izquierdo en alto y su puño cerrado. Sonrió a medias y conmovió a todos con el primer tema: “In the flesh?”, de “The Wall” (1979).
Pegadito vino “Mother”, también de “The Wall”. Le siguieron “Set the controls for the Herat of the sun”, “Shine on you crazy diamond (Parts I - V)”, “Have a cigar”, “Wish you were here”, “Southampton dock”, “The fletcher memorial home”, “Perfect sense”, “Live in Beirut” –de un disco solista de Waters- y “Sheep”.
Durante este último tema, apareció por el costado del escenario un chancho inflable manejado como una marioneta y que tenía escrito en aerosol negro: “VIDELA, GALTIERI, THATCHER Y BUSH DAN ASCO. ¿DÓNDE ESTÁ JULIO LÓPEZ? BASTA YA DE DESAPARECIDOS. MIEDO LEVANTA PAREDES. ENCIERREN A BUSH ANTES DE QUE NOS MATE A TODOS”. Todo eso estaba escarchado en el cerdo. Waters retrató su estética en las letras del álbum “Animals” (1977), que se encolumna como una feroz crítica al capitalismo. Sin ir más lejos, la mayoría de las interpretaciones de este disco llevan a creer que el chancho representa a la clase política, los perros –una de las canciones es “Dogs”- a los empresarios y corporativistas de la ultraderecha, y las ovejas -precisamente en “Sheep”- al resto de los actores sociales.
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Luego de anunciar un “fifteen minute break”, Waters y los suyos se fueron a camarines. Mientras tanto, la gente aprovechó para comentar lo que había sido el primer tercio del recital. Sabían que se venía el plato fuerte: “Dark side...” entero.
Roger y la decena de músicos que lo acompañaba volvió a las tablas con los acordes de “Speak to me”, el tema instrumental que abre el álbum de 1973. “Breathe” y “On the run” antecedieron a uno de los momentos pico de la noche: “Time”.
A cada canción, las pantallas -había cuatro, la del fondo, una a cada costado y una cerca del medio campo- lanzaban imágenes psicodélicas y multicolores, filmaciones viejas de la banda, fotos de Syd Barret, o bien escenas del film “The Wall”. Durante “Time”, La intro y el sonido de miles de relojes, que a su vez aparecían proyectados, generaron un estado de éxtasis casi indescriptible.
“The great gig in the sky” fue otro de los momentos gloriosos, con una de las coristas luciéndose y robándose la ovación de todos los presentes. La antesala de los bises fueron composiciones consagradas como “Money”, “Us and them”, “Any colour you like”, “Brain damage” y “Eclipse”.
Hubo una breve pausa y era hora de los hits de despedida. “The happiest days of our lives” fue el primero, seguido de “Another brick in the wall Part II”, con la coreografía de algunos alumnos del Instituto River Plate que pudieron abrazar a Waters, ganándose la sana envidia de todo el estadio. “Vera”, “Bring the boys back home” y “Comfortably numb” cerraron la segunda visita del músico a la Argentina -la primera había sido en marzo de 2002, en Vélez-.
Durante un fin de semana, Waters pudo dibujarle una sonrisa a casi 100 mil argentinos. Todo un milagro, se podría decir. Su banda se lució, en especial el baterista, el saxo y los coros, y tanto un día como el otro, la puesta en escena, desde lo visual -con imágenes como las luces de colores y el prisma del disco, el fuego que salía disparado desde los costados-, y lo auditivo -el sonido depurado que hacía creer que estábamos escuchando los cd´s- fue impresionante.
Cuando el barrio de Belgrano se iba desagotando, cada uno volvía a su casa sabiendo que al día siguiente se levantaría para ir a trabajar, pero también concientes de que habían presenciado algo que los dejaría con una sonrisa prolongada.
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Luego de anunciar un “fifteen minute break”, Waters y los suyos se fueron a camarines. Mientras tanto, la gente aprovechó para comentar lo que había sido el primer tercio del recital. Sabían que se venía el plato fuerte: “Dark side...” entero.
Roger y la decena de músicos que lo acompañaba volvió a las tablas con los acordes de “Speak to me”, el tema instrumental que abre el álbum de 1973. “Breathe” y “On the run” antecedieron a uno de los momentos pico de la noche: “Time”.
A cada canción, las pantallas -había cuatro, la del fondo, una a cada costado y una cerca del medio campo- lanzaban imágenes psicodélicas y multicolores, filmaciones viejas de la banda, fotos de Syd Barret, o bien escenas del film “The Wall”. Durante “Time”, La intro y el sonido de miles de relojes, que a su vez aparecían proyectados, generaron un estado de éxtasis casi indescriptible.
“The great gig in the sky” fue otro de los momentos gloriosos, con una de las coristas luciéndose y robándose la ovación de todos los presentes. La antesala de los bises fueron composiciones consagradas como “Money”, “Us and them”, “Any colour you like”, “Brain damage” y “Eclipse”.
Hubo una breve pausa y era hora de los hits de despedida. “The happiest days of our lives” fue el primero, seguido de “Another brick in the wall Part II”, con la coreografía de algunos alumnos del Instituto River Plate que pudieron abrazar a Waters, ganándose la sana envidia de todo el estadio. “Vera”, “Bring the boys back home” y “Comfortably numb” cerraron la segunda visita del músico a la Argentina -la primera había sido en marzo de 2002, en Vélez-.
Durante un fin de semana, Waters pudo dibujarle una sonrisa a casi 100 mil argentinos. Todo un milagro, se podría decir. Su banda se lució, en especial el baterista, el saxo y los coros, y tanto un día como el otro, la puesta en escena, desde lo visual -con imágenes como las luces de colores y el prisma del disco, el fuego que salía disparado desde los costados-, y lo auditivo -el sonido depurado que hacía creer que estábamos escuchando los cd´s- fue impresionante.
Cuando el barrio de Belgrano se iba desagotando, cada uno volvía a su casa sabiendo que al día siguiente se levantaría para ir a trabajar, pero también concientes de que habían presenciado algo que los dejaría con una sonrisa prolongada.
AV
Fuentes: La Nación Online y Rolling Stone LA.com
Fotos: Rolling Stone LA.com (ver fotos en Galería RS)
1 comentario:
Agus!!!
Que bien que escribis!!!!
realmente me encanta el tema que elgiste( similar al mio por no decir el mismo, jaja!)
Te quiero, y dale para adelante con esto que vas barbaro!!!!!!
Beso,
Natu
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